Elephant Gym en Chile: Lluvia de primavera (2024)espera un momento...
sábado 14 de septiembre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
Al menos hace una década, cuando Elephant Gym armaba sus primeros pinitos en su natal Kaohsiung City (sur de Taiwán), probablemente jamás se les pasara por la mente la transversalidad de su propuesta. Mucho menos se imaginarían los hermanos Tell y KT Chang que un catálogo de seis discos de naturaleza intergaláctica y una propuesta arraigada en el jazz-fusión obtendría una calurosa recepción en Chile, una parada hoy obligatoria cuando hablamos de vanguardia musical en base a lo impensado. Pero los Chang y el baterista Chia-Chin Tu lo vieron como un hito, una incursión que jamás pensaron, por ejemplo, que terminara en un Club Chocolate abarrotado con días de antelación en todas sus ubicaciones. Y es que, como el propio Tell lo mencionará durante el espectáculo, Taiwán es un país remoto en todos los aspectos, no solamente por un tema de geografía. No se entiende sin ese factor la emoción del trío ante la recepción del público más austral del mundo hacia su estilo único e identificable, donde la experticia del jazz y las melodías exquisitas se refuerzan con una energía que hace de la cátedra musical una experiencia de otra galaxia, literalmente.
Antes del acto principal, y transformando un debut histórico en una fiesta para todos los sentidos, la firma espacial de Tortuganónima tuvo su protagonismo, totalmente merecido tras un recorrido de más de 15 años y una discografía que navega por diversos mares de sonido inclasificable. Lo que provoca «Aleph» de entrada, con Gerard Bertin y Gabriel Molina capitaneando en las guitarras, es tan indescriptible como alucinante en su resultado. Hay una cuota de jazz, otra de noise, adjunto al uso de loops y efectos con que las guitarras se complementan en una simbiosis de libertad creativa que se registra en nuestros sentidos. Y respondiendo a la estirpe de la cual provienen como viajeros del espacio-tiempo, «Ícaro» y «Onda Corta» vienen de algún futuro (no tan) lejano, permitiéndonos ser testigos de una explosión creativa que se mueve entre la sutileza de sus intérpretes y la potencia volcánica que adquiere la música cuando menos lo esperamos.
Ante un público que exhalaba pura euforia con tamaña clase, el cierre con las extraordinarias «Joseph K» y «Cortes de Papel» terminan refrescando tanto a los seguidores más duros como a los curiosos. Qué notable la manera en que las guitarras de Bertin y Molina intercambian roles en una misma «conversación» de guitarras, mientras el bajo de Benjamín Luna aporta solidez con una voz igual de distintiva, y la batería de Diego Wigodski aporta con sus golpes y movimientos al ritmo convulso de una agrupación que no le teme a nada y se aventura a todo. El cariño que despierta entre sus seguidores incondicionales tiene razón de ser; deben ser poquísimas las propuestas instrumentales que tienen algo que decir, y lo dicen con todas sus letras. Un gusto lo que hace y despierta Tortuganónima, en el terreno que sea y estampando su firma apelando a lo que muchos asumen como imposible realizar.
Con el recinto ubicado en pleno barrio Bellavista desbordado en todos sus rincones -incluyendo las escaleras-, la sola aparición de KT, Tell y Chia-Chin sobre el escenario bastó para la ovación a rabiar de un público que no tardó en sumirse bajo el trance de «Frogs». Sin preámbulos ni pompas vanas, Elephant Gym te lleva por rincones insospechados y, a la vez, familiares para quienes gustan de la búsqueda musical donde menos lo piensas. Le sigue de inmediato «Games», una muestras irrefutable de una categoría que en el directo gana a punta de sabor y vitalidad. La guitarra de Tell es la voz sónica de Elephant Gym, pero el bajo a cargo de KT tiene algo que expresar y reafirmar, ambos chisporroteando armonías de temple sideral y, no por ello, menos humanas. Y es la misma KT quien se hace por primera vez del micrófono durante la performance, específicamente en «Shadow», una pizca de elegancia y onda deliciosas, para todo paladar auditivo, del gusto que sea.
Tras el primer saludo, y unas muestras de cariño y humor propias de un encuentro entre amigos de toda la vida, «Feather» llega para hacerte disfrutar de todos los sabores existentes y por haber. Hay cosas que no se miden con la clínica de virtuosismo, sino con lo que te llega al estómago, desde todas las latitudes imaginables. Igual que en «Underwater», una delicatessen que gana expresividad en todos su surcos. Lo que hace KT en el bajo es sublime y preciso, con el buen gusto como estandarte. Todo lo que nos gusta de una instrumentista de élite, cuya ‘voz’ se complementa tanto con el chisporroteo de Tell en la guitarra como con la finesa de Chia-Chin en cada golpe. Y la suma de todas sus partes se siente como bucear en aguas profundas, observando con nuestros ojos las maravillas de un paisaje ignoto y anhelado.
Además de su experticia en las bajas frecuencias, KT es una instrumentista con dotes sobresalientes en cada artefacto a mano. Esto incluye el piano eléctrico, al cual recurre primero en «D», un jazz-rock de alta factura que prioriza la delicadeza, y después en «Dreamlike», un solo de piano que empieza con dinamismo y nos transporta hacia un lugar más taciturno. ¿Cómo no caer rendidos ante algo de esa naturaleza? Lo mismo va para Tell, quien hace de la breve «Mirror» el instante de grandeza necesario para proseguir el viaje a través de «Midway». Un pop que navega y se mueve a través de pasajes conocidos y otros rincones invisibles para muchos ojos, con Chia-Chin participando y estimulando al público desde su posición. En Elephant Gym ninguno destaca uno por sobre el resto, sino que hay un equilibrio y una distribución de roles que en vivo se vuelve un elemento clave al momento de entablar conexión entre los artistas y la gente.
En un invierno santiaguino con temperaturas no tan bajas como en días anteriores, «Spring Rain» le hace honor a su nombre. Mientras, «Witches» y «Anima» asoman ambas con la magia propia de quienes se atreven a experimentar con distintos ingredientes, apelando a la variedad de sabores. Y como el gusto del público manda ante todo, la versión en mandarín de «Moonset» es de esos instantes que vuelve un encuentro especial en una experiencia de vida a atesorar. Con qué swing la música de Elephant Gym trasciende hasta las expectativas del fan más acérrimo, así como la intensidad de «Half», la catarsis rockera de «Finger» y la sensualidad funk de «Quilt» te dejan exhaustos sin necesidad de encasillarse en nada. Es solo la música más inventiva y certera que tres genios taiwaneses procrean en favor de trazar senderos hacia donde pocos se atreven sin morir en el intento.
El tramo final empieza con la flamante «Happy Prince», primera vez tocada durante la gira actual. Un coro pegajoso a morir, una pieza que exuda inocencia y fuerza inusuales. Tras el «ceacheí» de una alborozada KT, el cierre con «Ocean in the Night» y «Galaxy» corona una noche de música maravillosa, de palabras de agradecimiento y ambiente distendido hasta la risa en algunos pasajes, como cuando los chicos hacen hincapié al público para que compren el merchandising oficial, o la referencia de KT a su hermano Tell cuando se refiere a ella como «la bajista». Recordemos así la primera vez de Elephant Gym, como una lluvia primaveral que hace florecer una idea original y la transforma en locura artística, lo que va siempre más allá de ser músicos aplicados. Gracias a estos hermanos taiwaneses, queda demostrado que, por muy improbable que parezca, siempre hay una forma de explorar los océanos bajo la inmensidad de la noche.
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