Martes 12 de diciembre en MIBAR y luego de una mañana fría en Santiago, la noche al fin se puso más templada. Todo estuvo dispuesto entre una bipolaridad de conceptos musicales: Los Pájaros Nocturnos y Montana Blues Band se presentaban juntos por primera vez en un show prendido que no pretendía dejar a nadie indiferente en su silla.
Llegamos a la hora citada, pues sabemos que la puntualidad es una de las principales características del recinto. Uno que se llenó de reptiles debido a que la gente de Lagarto Música se encargaría de grabar el show de manera íntegra con más de 8 canales creando un registro sonoro de calidad profesional para la posteridad. Poco antes de las 22.00 horas, un grupo de individuos vestidos a lo Blues Brothers comienzan a pasearse por los al rededores del Barrio Italia.
Montana Blues Band es una agrupación que nace como resultado de un conjunto de amigos que comparten un estilo de vida cargado de juerga y Rock & Roll. Viven bajo el mismo techo prácticamente y comparten una clara tendencia a la música negra de principio del siglo XX. Reversiones de composiciones de Chuck Berry, Ray Charles, Elvis Presley entre otros grandes de la música son invocados en un estilo que oscila entre la pulcritud de la guitarra de Rod Vargas pasando por la estrepitosa batería de Pablo Contreras hasta la desenfrenada armónica de Gino Maccarini, este último junto a Javier Queruba y Luis Ostornol terminan de consolidar lo que fue una obertura muy entretenida para el plato principal de la noche.
Pájaros Nocturnos, ex quinteto acostumbrado a no cantar al amanecer. Muy por el contrario, son aves nocturnas que sacan sus melodías y sus acordes de rock fusión en pleno vuelo durante la oscuridad de la noche. Tienen un disco homónimo que lanzaron el 2015 (reseña aquí) y han logrado consolidar su sonido en vivo aún cuando la formación perdió un miembro muy importante, Felipe Leficura. Naturalmente han dosificado y modificado su virtuosismo a través de pasajes jazzeros y psicodélicos que forjaron cuatro pilares de rock chileno de cuantioso contenido y tremenda calidad.
Bajo esta nueva alineación los pájaros me parecen una banda absolutamente refrescada y consagrada. Tienen algo de contestatarios en su propuesta y no suenan a nada más que música chilena. Entre el repertorio de la noche, se despachan Arauco tiene una pena, cover de la obra de Violeta Parra que este cuarteto emula con un respeto e interpretación superlativa. Tema que saben rescatar con la bandera de la nueva música chilena, como la musicalización del poema de Pablo de Rokha, Genio Y Figura, temazo que no tocaron en esta oportunidad.
Es difícil describir esta banda con sencillez. No son el rock oreja que suena en la radio, son el rock de trinchera que se construye con años de trabajo y mucho ensayo. La sonoridad es muy particular, desde el manto que teje Miguel con sus sintetizadores y sus teclados, hasta su humor inigualable en cada intervención que logra retener a la audiencia con su voz abaritonada, muy distinta a cuando hace coros que convergen en gritos despabilantes. Atrás de él, hacia el fondo del escenario, el mismo que partía la noche con el pequeño instrumento de viento al compás blusero, ahora es el que lleva el beat y rompe y desarma el pulso a su pinta con impresionantes capacidades baterísticas. Precisión de la puta madre.
Al costado izquierdo querubass se impone. Es el bajista que todo bass player disfruta al ver en vivo. El wn se mueve bien y toca perfectamente sus líneas que pasan de la locura hasta la sutileza de la quietud para interpretar composiciones muy disímiles entre sí. Cada pasaje es interesante, el apoyo vocal es pertinente y el azote contra el chascón que tienen de frontman es un duelo de cuerdas que no busca sobreponerse, sino, más bien, entrelazarse y vibrar en la misma sintonía. Beñi es el guitarrista con la dosis adecuada e imprecisa de espontaneidad. Alto nivel interpretativo, vocalmente capaz de llevarnos al suelo con líricas que desbordan. Prosas de vivencias reales y sentimientos puros. No hay mayores pretensiones, hay realidad y pasión. Eso se agradece, al igual que el desorden de un rockero que le importa un pico perder su sombrero e incluso pitearse la guitarra con tal de dejarlo todo en la tarima. Final ultra rockero bailable junto al resto de los cabros de Montana. ¿Era martes? La cagó que no lo parecía porque el webeo y la caña acaba de desaparecer.
Galería de fotos por Inge Viviane Ph: