Dirkschneider en Chile: Cuatro décadas de una señal de victoria metaleraespera un momento...
sábado 16 de noviembre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
Todo amante declarado del heavy metal clásico reconoce la importancia de Accept en el género durante su etapa dorada, la década del ’80. Como lo mencionamos en una nota previa, la única banda no británica con méritos para completar el podio junto a Judas Priest y Iron Maiden. Y nos guste o no, gran parte de aquello se lo debemos a «Balls To The Wall» (1983), la quinta placa de los germanos y, por goleada, la más exitosa en venta y popularidad dentro de un catálogo tan inexpugnable como extenso. De los cuatro músicos participantes en el registro de dicha grabación -Wolf Hoffmann, guitarrista y líder, grabó las dos guitarras, a pesar de que Herman Frank se encargó de la rítmica, su única incursión en estudio durante su estancia en Accept-, Udo Dirkschneider logró hacerse un nombre preservando con su propio proyecto U.D.O. los valores del heavy metal químicamente puro. Y en cada gira promocional, entre medio de su material ‘solista’, el himno «Balls To The Wall» se ha mantenido fijo como una declaración de integridad, y con toda razón; el heavy metal es de la gente, para la gente y por la gente.
La de anoche en el Teatro Cariola no es la primera vez con el pequeño gigante alemán en suelo chileno. Pero sí la primera bajo el nombre Dirkschneider. Y es que tras la promesa de que U.D.O. enfocaría solamente su repertorio en los clásicos de U.D.O., el acierto de presentarse con el apellido del prócer máximo del metal germano responde a lo que genera convocatoria tanto para iniciados como novatos. Los clásicos mandan ante todo, y por mucho que U.D.O. se jacte de su catálogo incorruptible y potente del heavy metal en toda su esencia y forma, la huella de Accept no se compara con nada. Mucho menos en estos días que «Balls To The Wall» cumple sus 40 como trabajo angular para toda una generación que creció con ellos, tanto en los irrepetibles ’80 como las nuevas huestes que un día se enteraron que el heavy alemán era mucho más que Scorpions y entendieron la importancia de Accept, por ejemplo en la oleada del thrash alemán que se tomó Europa en esos años. Desconocer aquello, por ende, es no saber dónde estar parado.
Por supuesto, y como una especie de Heavy Fest organizado por Chargola, el arranque con la armada nacional dejó momentos de sorpresa y agrado. Empezando por Camus, banda nacida en Ancud, Chiloé, y cultora de un heavy metal rocoso y a la vena en todo aspecto. Y es que tras la alerta con «Black Sabbath» de Black Sabbath -del álbum titulado «Black Sabbath» (1970), por supuesto-, la partida con «Newen» denota un despliegue de energía y peso a la par de la máquina instrumental que es en vivo.
Con un repertorio acotado en duración y cantidad, le basta a Camus para dejar una impresión más que grata. «Llanto y Dolor», «Resistir» y Jaguar», todas potenciadas con una actitud firme e intimidante, adjunto al ladrillazo que le tiran a la clase política en «Ya todo se vendió». De esas cosas que van más allá del género musical y tiene más que ver con lo que braman, el plan de ataque de las guitarras y una base rítmica que deja la vida en cada golpe. Pocos minutos, pero aprovechados a full cuando se trata de generar un recuerdo y plantar una idea de hacia el enemigo al cual apunta el heavy metal.
Cuando hablamos de heavy metal puro, a la vieja usanza y sin transar nada, Battlerage es un nombre obligatorio en el circuito chileno desde hace más de 20 años. Un inicio en grande, porque el heavy metal es más grande que la vida misma. El patadón inicial con «Wine of the Wicked», y un Fox Lin que se adueña de inmediato del escenario, no importa dónde ni el tamaño del espacio en cuestión. Y cuando ves a un público en llamas con tamaña descarga de poder y grandeza hasta la sangre, es porque hay algo en Battlerage que sobrepasa todo análisis técnico. Cómo no sentir admiración ante un personaje tan querido como explosivo, quien aprovecha pasajes como «By Steel I Reign Supreme» sostiene un cacho con cierto brebaje mientras, literalmente, se hace del Cariola con ese temple que lo hace referente para todo, incluso más allá de un género musical en específico. Un personaje y un espectáculo en spi mismo, sin descuidar en lo absoluto el todo que conforma Battlerage.
Son esos momentos como «Immortal Sin» y la inédita «Para Bien o Para Mal» los que definen la personalidad única de una agrupación que vive, come y respira heavy metal, al punto de transformar lo fantástico en parte real de nuestro entorno. Y, reiteramos, cómo no reparar en la figura de Fox. Sobretodo cuando hay algún problema técnico que en otros casos podría derivar en un porrazo, nuestro Fox lo transforma en el momento perfecto para mantener en llamas a un público totalmente entregado. ¿Cuántas bandas nacionales, con más de 20 años de trayectoria, transforman el recinto que sea en un volcán? De eso se trata el heavy metal desde el estómago, directo hasta las pelotas. Como queda de manifiesto en la infaltable «Heavy Metal Axe», un himno de triunfo en cualquier división. Poco que agregar tratándose de una agrupación que inhala y exhala la música que toca, más allá de las tendencias impuestas por una industria cuestionable.
Tras la señal de alerta con «Living After Midnght» de Judas Priest, el audio con el canto tirolés previo a la masacre de «Fast As A Shark» nos lleva a lo que convoca. Un repertorio 100% Accept clásico. Una a una, como un bombardeo en plena 2da Guerra Mundial, caen «Living For Tonite», «Midngith Mover» y «Breaker», esta última emulando la versión registrada en el en vivo «Staying A Life» (1990, registrado en Japón en 1985). Y es que Matthias Kassner, quien viene parchando al tirular Sven Dirkschneider, nos recuerda a ratos al histórico baterista de Accept Stefan Kaufmann por la energía y clase que erupciona desde los tarros. Así como en las siguientes «Flash Rockin’ Man» y, sobretodo, la imponente «Metal Heart», las guitarras de Andrey Smirnov y Dee Dammers hacen gala de un protagonismo a la altura del legado que representan mediante sus habilidades respectivas en las seis cuerdas. Notable por, cierto, lo que hace Smirnov en «Metal Heart», cuando ejecuta el solo inspirado en la sonata para piano «Fur Elise» del eterno Ludwig Van Beethoven, con el teatro completo dejando la vida y la voz en cada nota. Y lo mejor de todo, es que se nota a kilómetros lo que le pone de lo suyo, con una naturalidad tan escalofriante como inspiradora. No se necesita nada más con tamaña captura.
A lo que vamos. A lo que nos invita el gran Udo. Conmemorar un álbum clásico de inicio a fin, con el corte titular simbolizando el triunfo de los oprimidos. Desde el riff inicial en adelante, pasando por esos coros de marcha militar que trascienden ante todo y contra todos. Un momento de gloria que, de paso, nos permite apreciar las capacidades intactas de un Udo Dirkschneider incombustible. Le basta un par de gestos, incluso, para hacer cantar a todo un teatro. Secundado, por supuesto, por el bajista y componente histórico de Accept, Peter Baltes, quien deja claro en «London Leatherboys» que el temple imperial de su antigua banda siempre pasó por su labor en las bajas frecuencias. No se entiende nada de lo que hizo grande a Accept sin tamaño binomio, y el recorrido a través de la bestia del ’83 lo confirma sin pero que valga.
Tanto las balas probadas como «Fight It Back», «Head Over Heels» y «Losers and Winners» como la más ¿escondida? «Losing More Than You’ve Ever Had» salen ganadoras, una tras otra. No son palabras de buena crianza, sino la constatación de lo que hace de «Balls To The Wall» un clásico del metal de todos los tiempos: su contenido. Un álbum con categoría de «grandes éxitos», donde no sobra ni falta nada. Un disco donde una crítica social como «Love Child», en vivo te sacude hasta el alma. Una muestra de lo que importa no es solamente el contenido, sino lo que genera en quienes abrazan esta música y dejan todo ante aquello que hace grandes hasta al más pequeño de los fans.
La clausura del viaje en el tiempo hacia 1983 concluye, era que no, con esas joyas que son «Guardian Of The Night» y la más emotiva «Winter Dreams». Si los Accept de Wolf Hoffmann suelen relegar en la bodega ese par de clásicos, DON Udo se encarga de recuperarlas para los fans de toda la vida. Y ahí es donde apuntamos hacia lo que hace de Accept en su etapa dorada un libro completo de historia y diseño del heavy metal. No desde el cliché, sino desde el propósito por expresar una idea, procreando canciones y discos con identidad propia, a diferencia de la producción uniforme que viene presentando Accept hoy desde el regreso con «Blood Of The Nations» (2010).
El remate final, cómo no, llega con una tirada de clásicos que apuestan a ganador en cualquier repertorio. La enormidad de «Princess of the Dawn», la efectividad de «Up To The Limit», y el rock n roll fogoso de «Burning». Cuesta agregar más palabras a una jornada en que el heavy metal fue lo más importante en la vida, aunque sea por un par de horas. Y es que, tal como el propio Udo nos lo dice a su manera, la música que amamos es el triunfo de la gente que debe lidiar a diario con la injusticia y la mierda tanto ajena como propia. A lo mejor por eso nos gusta tanto esta música. Porque no es solamente un tema de energía, sino que se vuelve una señal de victoria contra quienes nos joden la vida a diario. Lo fue en los ’80s, seguro no lo va a ser hoy.
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