Living Colour en Chile: El valor que pocos podemos verespera un momento...
miércoles 16 de octubre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda
Fotos por Rodrigo Damiani @SonidosOcultos
La relación de Living Colour con Chile tiene una extensión muy parecida a la de su carrera. Curtidos durante sus inicios en esas doctrinarias jornadas en el mítico CBGB de Nueva York, 1988 fue el año de «Vivid», un LP debut que materializa su explosiva propuesta. Pese a que Mick Jagger fue quien los descubrió hasta nublarse con tamaña descarga de poder y actitud, el combo liderado por Vernon Reid y Corey Glover se las mandó por mérito propio y tanto el monstruo del ’88 como sus siguientes trabajos «Times Up» (1990) y «Stain» (1993), todos de una factura abismal, terminaron por definir una rúbrica inconfundible y bien nutrida en tonalidades sonoras, del género que guste.
En Chile, desde esa primera vez en el ex-Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara), hay un público que, pese a su minoría en cantidad, se hace notar en cada visita de los neoyorkinos. Podríamos hablar de una banda brutalmente infravalorada, insólitamente huérfana del arrastre de otros consagrados. Pero en el caso de Living Colour, eso sería desconocer el propósito de una agrupación que la tenía clara respecto a lo que significa acatar ciertas reglas.
Abriendo la jornada, pasadas las 19:30 horas, Paralaje fue el nombre encargado para iniciar la fiesta en un Club Chocolate aún a medio llenar. Desde La Serena, nos empapan de una propuesta arraigada en el nü-metal, donde además de los fundamentales Rage Against The Machine, está grabada la huella de nuestros 2X y BOA. No es para menos si todos esos nombres tienen en común la música honesta y el apunte de la mira hacia el status quo.
Lo interesante de Paralaje es la incorporación de elementos progresivos al estilo de Meshuggah, graficado en pasajes como «Depresivo», con Miguel Ángel Gómez despachándose esos solos disonantes que le dan a Paralaje un distintivo. Así como «Odio Tú Tendrás» y «Alma», de su debut «Acción Reacción» (2019) ganan kilos de potencia en el directo. Por otro lado, lo limitado del espacio físico en el escenario mermó en parte el desempeño de una banda cuyo estilo se mueve en terrenos de gran intensidad. Nada de eso, por supuesto, empaña la actitud y el profesionalismo con que Rodrigo Castillo (voz) sostiene la metralla sónica ante un público que, en gran cantidad, se lleva una sorpresa con esta agrupación que en 2019 fue revelación a nivel nacional.
Con el Club Chocolate volviéndose una olla a presión en casi media hora de pausa, y el reloj marcando las 20:38, la Marcha Imperial de «The Empire Strikes Back» nos prepara para un nuevo encuentro con los neoyorkinos más queridos en estos parajes. Vernon Reid en la guitarra, el baterista Will Calhoun y el bajista Doug Wimbish, todos en sus posiciones con un Corey Glover luciendo un outfit acorde a la extravagancia de su marca registrada. Y nos fuimos de inmediato, arrancando con «Leave It Alone», de su aclamado álbum «Stain». Comienzo acertado para una presentación inclinada tanto a la obra del ’93 como a los clásicos de siempre. Por ende, tras el inicio apabullante, «Desperate People» dice presente como el bombazo que es. Pura autoridad, puro talento que estos cuatro señores despliegan a pura onda.
La inclinación del repertorio a «Stain» tiene toda razón de ser. Living Colour es más que virtuosismo musical; es una forma de hacer y decir las cosas. Porque así como «Ignorance is Bliss» y «Bi» nos advierten sobre el prejuicio ante la diferencia, «Auslander» es su proclama contra el racismo y el crímen de odio. Y todas junto a «Never Satisfied» sen imponen como declaraciones de integridad y protesta que se vuelven favoritas del público a base de música inclasificable y enorme.
Con una intro muy free-jazz, y Doug pronunciando en las bajas frecuencias un reconocido villancico, «Funny Vibe» nos devuelve de la oscuridad de «Stain» a la explosión de los días de «Vivid». Un disfrute en el escenario que se contagia a un público enfervorizado. Es una celebración en todo aspecto, al punto de que ni la caída de un platillo, ni los problemas técnicos de Vernon en la guitarra al arranque de «Sacred Ground», nada de eso te desconecta de lo que proyecta Living Colour. Más bien, hace de un instante de «imperfección» una muestra de genialidad a prueba de todo.
Así como los Page-Plant y Jagger-Richards del mundo, el binomio Glover-Reid juega a lo grande despertando la emoción que hace de «Open Letter (to a LandLord)» algo más grande que la vida misma. La enormidad de su versión en estudio, en vivo es como caminar a pasos de gigante, manteniendo la agilidad propia de una agrupación que se mantiene en forma por un ideal artístico y humano ante todo. No hay desperdicio en sus surcos; en Living Colour cada espacio posee consistencia con puntos de explosión musical.
Sabemos que Will Calhoun es un baterista extraordinario y su aporte al espectáculo va en favor de la música ante todo. Pero su momento solista es una cátedra maestra. El uso de pad electrónico para sacar sonidos de otras latitudes, adjunto a un pegada descomunal y elegante a la vez, es fruto de un perfeccionamiento constante de su talento. Y el resultado de aquello es que no sólo escapa a la normativa del «baterista de clínica», sino que emula una conversación espiritual, lo que nos convoca a abrazar la música como vía de expresión en un mundo cada vez más podrido.
Cuando llegamos a «Flying», la Baja de intensidad en realidad es un momento imperdible para ser testigos de la categoría a la cual pertenece Vernon Reid. Un tipo que perfectamente pudo haber seguido una carrera de virtuoso como Steve Vai o Yngwie Malmsteen, pero eligió la misma senda que el todopoderoso Jimi Hendrix que está en los cielos. Un guitarrista que echa fuego para compartir un mensaje, algo que comunicar.
El medley compuesto por «White Lines (Don’t Don’t Do It)», «Apache» y «The Message», un pasaje de culto para los amantes del hip-hop y la música negra. Y es que Doug Wimbish, un instrumentista cuyo CV incluye nombres como Joe Satriani, Depeche Mode, Al Green, The Rolling Stones (y el propio Mick Jagger en solitario), fue partícipe en el arrastre underground de Sugarhill Gang, legendaria agrupación del género en la década del ’80. No es de extrañar su llegada a Living Colour en 1992 en reemplazo del fundador Muzz Skillings, si Doug también respiraba el mismo ecosistema variopinto de su banda titular, allá en los 80s. Y eso es tan fundamental como la experticia técnica, porque Living Colour no solo se escucha, sino que se respira.
La batería de «grandes éxitos» llega con la festiva «Glamour Boys». Sí, lo reiteramos; Living Colour es celebrar la diversidad apuntando al verdadero problema, al único enemigo. Seguida por el funk más sensual de «Love Rears Its Ugly Head». Poquitas veces remarcamos los kilos que canta un Corey Glover de corbata suelta, y acá la onda que derrocha su caudal de voz es un placer en todo sentido. Y como hay para todos los colores, el patadón hardcore-punk de «Time’s Up» te disipa toda duda respecto al nexo entre Dead Kennedys y Public Enemy. Por algo los Colour aparecieron justo cuando Bad Brains estaba en la cresta de la ola. Y ahí hubo un relevo que tardó sólo unos meses en forjar su propio timbre.
El broche de oro. Si, de oro, porque eso es lo que vale un clásico universal como «Cult of Personality». No puedes no saberte sus letras, no puedes evitar cantarla con puño en alto y dejar la vida hasta el fraseo final. Historia y leyenda en un himno que llama al pensamiento crítico, da lo mismo tu vereda ideológica. Y así como tenemos un misil de energía, «Solace of You» nos sumerge en un trance de paz que cierra este nuevo encuentro con ‘la otra música’.
Terminando el espectáculo con duración de 1 hora y 40 minutos, y con la banda en pleno escenario firmando vinilos y artefactos de memorabilia, nos resulta imposible abstraernos de lo que provoca y convoca Living Colour. No sólo en Chile, sino en cualquier lugar donde una inmensa minoría se disponga a abrazar el manifiesto de integridad que los de Nueva York expanden sin importar tu credo o nacionalidad. Y es que donde la mayoría ve «un par de canciones conocidas», hay un valor que no muchos son capaces de ver. Porque ese valor es lo que le da a Living Colour un rango que hermana la diversión con la honestidad, y su resultado trasciende cualquier frontera ajena.
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