Antar – Dronita (2019)espera un momento...
miércoles 03 de abril, 2019
Escrito por: Álvaro Molina
A lo largo de su historia, el heavy metal es de esos géneros que se ha caracterizado por experimentar dentro y fuera de sus propios márgenes, difuminando las fronteras estilísticas a las que puede llegar y derivando hacia una diáspora de subgéneros repartidos por el espectro musical. Cada uno de estos «hijos del culto» habita en su propio cosmos, definiendo y redefiniendo constantemente sus influencias o características en la medida que tiene la capacidad de tender puentes hacia otros géneros y estilos, convirtiendo hoy en día al metal en uno de los géneros más reveladores del circuito independiente. Más recientemente, el post-metal ha entrado en la discusión por ser un estilo complejo que toma sus influencias desde una disparidad de géneros que confluyen para otorgarle una cierta sofisticación en su estética. Si bien es difícil llegar a un consenso, se ha estipulado que el estilo evoca los aspectos más ambientales y expansivos de la sonoridad del metal, alternando entre cambios de ritmos, crescendos en medio de paisajes profundos, atmósferas introspectivas y un intercambio recíproco con el shoegaze, la música drone y progresiva e incluso elementos de neoclasicismo musical. Así, uno puede asumir que la focalización está puesta en lo instrumental, convirtiéndose la voz en un instrumento más que varía entre melodías limpias y gritos o death growls/vocals.
Teniendo todo esto como preámbulo, el sonido de Antar comparte mucho del acervo que históricamente se ha ido construyendo bajo la etiqueta de post-metal, la cual ha ganado popularidad entre diferentes círculos de audiencia, incluso llegando más allá de los círculos “tradicionales” del heavy metal. Si bien este cuarteto chileno fundado por el año 2013 no necesariamente sigue al pie de la letra haciendo “check” a los elementos que definen el estilo que siguen, sí se constituyen como un acto que ha observado de cerca los magisterios de referentes como Isis, Neurosis, Cult of Luna y Pelican. Luego de su feble debut ‘Tagîgo’ (2016), los chicos de Antar decidieron poner el énfasis en un sonido más pulcro y detallado, envolvente e introspectivo, agresivo y angustioso. Es un descenso hacia los abismos subconscientes, donde el estado anímico es sombrío y pesimista frente a la alienación en los sistemas de la vida moderna.
La música y las temáticas presentes en ‘Dronita’ se agarran de las fisuras emocionales y la opresión de sentimientos de angustia en medio del paisaje contemporáneo. El inicio instrumental-ambiental de “Urbe” (con el foco puesto en los sintetizadores/teclados a lo Blade Runner de Pedro Salgado, principal letrista y compositor del grupo) enseguida establece la tonalidad con la que Antar arremete; un imaginario sonoro apocalíptico y distópico, enmarcado en la alternancia entre ambientación y agresividad, atmósfera y variaciones hipnóticas que seguidamente desatan la paranoia urbana de “Gris” y su puesta en escena desgarradora entre lo rítmico y conceptual, donde las voces limpias y death vocals a cargo de Simón Espinosa (bajo/voz) y Julio Leiva (guitarra/voz) se intercambian marcadamente mientras nos hablan sobre un mundo orwelliano de soledad y “sombras sin percepción, fría mecánica. Ajenas a la emoción, alienan la ilusión”.
Y así el disco continúa obsesivamente explorando los lindes de la ansiedad y el estrés que la vida contemporánea nos ha regalado; en la agresividad de “Sistema”, el sonido es intenso, asfixiante, evocando una pesadilla existencial marcada por los tonos grises que rigen como férrea autoridad en este mundo “doomer” que Antar nos interpreta. Por esa misma razón, el disco se vuelve adictivo al considerar la introspección con que sus atmósferas logran atrapar, entrando en un vértigo de hipnosis – cortesía de la nítida mezcla instrumental a cargo de Cristián Olivares – que agarra fuerza e intensidad majestuosa en la monolítica “Camino al Vacío”. Este último corte, de casi 18 minutos de duración, es lo que logra sostener a ‘Dronita’ como un manifiesto que serpentea mordazmente por el corazón de la oscuridad moderna, resumiendo la estética de todo el disco a través de movimientos musicales que se expanden y contraen, embisten con rabia, descienden a trances rítmicos para luego ensalzarse en crescendos cercanos a una épica de existencialismo y pesimismo a flor de piel (“Esclavitud constante, esclavitud sonante / Perdimos el destino… / Ahogado en el camino avanzo en espiral, ya no hay chispa de vida que pueda recordar”). Puede ser que para Antar el escenario social y sentimental plasmado en ‘Dronita’ sea oscuramente poco esperanzador. Vacío y sin rumbo. Pero al menos ellos tienen claro para dónde van con su música, intentando crear su propio vergel emocional en medio de esta gris ciudad.
(English)
Throughout its history, heavy metal is one of those genres that has experimented within and between its boundaries, blurring stylistic fringes and deriving to a diaspora of sub-genres scattered through the musical spectra. You could say that each and every one of those sub-genres inhabits its own cosmos, constantly defining and re-defining its elements and swath of influences (of all sorts) by means of the inherent ability to freely establish connections and building bridges to the Babylon of other genres and styles. As variegated as all this may seem, it’s a sure assumption that metal has already become a complex habitat. Recently, some trends classify post-metal as the new point of divergence in the metal world… Where does it come from? Where is it going? As a totally intricate and complex style, post-metal has marched up to the scaffold nowadays, becoming one of the most interesting phenomena of modern heavy metal because of its difficulty to define, as most of its influences come from a disparity of genres. Though it’s difficult to settle an agreement or consensus, some have stipulated that the sub-genre mostly evokes the expansive and atmospheric elements of heavy metal’s sonic spectrum, alternating between rhythm progressions, deep and epic crescendos, introspective landscapes and a reciprocal exchange between styles like shoegaze, drone and progressive metal, even sometimes including passages of musical neoclassicism. It has also been assumed that vocals here play a minimum role in favor of a more instrumental approach to music; one could say that the voice is treated as another instrument, gaining eventual prominence with a loud-quiet-loud ethos of clean, melodic vocals contrasted by growls and screaming.
After all this preamble, Antar’s sound shares a lot of the historical stock of features that characterize post-metal. Even so, this very stock of elements has allowed the sub-genre to reach further from the traditional heavy metal audience, gaining attention of other stylistic circles of music enthusiasts. Although this Chilean-based quartet formed in 2013 doesn’t go by checking point-by-point the “bucket list” of post-metal’s characteristics, they actually have followed quite close the magisters of referents such as Isis, Neurosis, Cult of Luna and Pelican. After the feeble debut EP ‘Tagîgo’ (2016), these guys decided to focus on a neater and detailed sound, adding more atmospheric and introspective soundscapes, without leaving out their aggressive and distressing soul.
The music and themes presented in ‘Dronita’ are mostly attached to the emotional fissures and the oppression of angsty feelings in the modern era. Ambient-instrumental opener “Urbe” (where Pedro Salgado, the main lyricist and composer of the band, showcases his synths/keyboards à la Blade Runner) immediately settles Antar’s aesthetic and thematic leitmotiv; an apocalyptic and dystopic imaginary, framed on the alternation between ambience and aggression, atmosphere and hypnotic variations that subsequently unleash the urban paranoia of “Gris”, with a harrowing mise en scène of rhythm and concept, where Simón Espinosa (bass/vocals) and Julio Leiva (guitar/vocals) swap between themselves their clean vocals and death growls and screams, while showing us an Orwellian universe of solitude and senseless shadows: “sombras sin percepción, fría mecánica. Ajenas a la emoción, alienan la ilusión”.
And so on, this record continues to obsessively explore the reach of anxiety and stress that contemporary life has given us; on the aggressivity of “Sistema”, the sound is intense, asphyxiating, evoking an existential nightmare tinted by the grey tones that fiercely rule with no mercy on the “doomer” interpretation of the world made by Antar. That’s the reason why the record becomes so addictive once you consider the introspective moods that manage to capture and throw into hypnotic vertigo – courtesy of the neat instrumental mixing made possible by Cristián Olivares –, growing strong with majestic intensity on “Camino al Vacío”. Clocking at nearly 18 minutes, this suite is what holds ‘Dronita’ as a grisly manifesto that walks into a modern heart of darkness, summarizing the aesthetics of the whole album through movements that expand and contract, savagely charging forward, descending into rhythmic trances that later escalate in ferocious crescendos that resemble an existentialist epic with a vivid pessimism (“Esclavitud constante, esclavitud sonante / Perdimos el destino… / Ahogado en el camino avanzo en espiral, ya no hay chispa de vida que pueda recordar”). There’s the chance that, for Antar, the social and sentimental scenario depicted on ‘Dronita’ is, in fact, helpless and traumatic. An eternal, spiraling void. But at least they do have a clear route on this void, trying to create an emotional orchard of their own amidst this grey urban landscape.
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