Entre los que han seguido los pasos de King Gizzard & The Lizard Wizard, el chiste es adivinar qué sonidos van a explorar en el próximo disco que saquen. Esta vez, la banda australiana abrazó por completo sus influencias más crudas con “Infest The Rats’ Nest”, lanzándose en secuencias de thrash metal con filtro psicodélico a menos de cuatro meses de experimentar con el blues y el boogie en “Fishing For Fishies”, su anterior LP. Si esa vez sus canciones hablaban de los desastres medioambientales con un mensaje optimista de salvar el planeta, ahora pintaron un panorama apocalíptico de destrucción sin vuelta atrás.
Como una obra en dos partes, la primera habla sobre los problemas actuales que el hombre ha causado en el entorno, mientras que el segundo relata el exilio de un grupo de rebeldes que intentan establecerse en Venus y terminan incinerados en el infierno (o algo así…). Con el doble bombo galopando desde el primer segundo con un aliento a la Motörhead, “Planet B” pone el tono que guía al álbum: rápidos riffs afilados con un aura siniestra, voces agresivas y baterías violentas, donde el sonido poco producido del conjunto es un punto a favor.
El segundo tema, “Mars For The Rich”, combina lo anterior con acordes de rocanrol e incluso un solo de bajo. Es imposible no recordar la misión de poblar Marte que Elon Musk, el billonario creador de Tesla, pretende llevar a cabo para salvar a la humanidad o al menos a quienes puedan pagar el viaje. Luego ataca “Organ Farmer”, la canción más tormentosa del disco que combina dos ritmos pensados para el mosh y mini solos de guitarras vertiginosas, que luego se espesan y humean en el lento arrastre de “Superbug”, con ideas algo repetitivas pero inspiradas.
El viaje fuera de la Tierra inicia en “Venusian 1”, donde los tiempos, los cortes y los rasgueos punk se cruzan mientras Stu Mackenzie (guitarra, voz y compositor principal) canta sobre el suicida plan de asentamiento en el segundo planeta más cercano al sol. “Perihelion”, una marcha imperial de heavy metal, es uno de los tracks más trabajados del disco y se da el espacio hasta para incluir la armónica desolada de Ambrose Kenny-Smith (voces y teclados). “Venusian 2” invoca algo del “Whiplash” que en su momento hicieron unos jóvenes Metallica, donde hay hambre de caos y riffs apretados a todo motor.
En esa línea y anunciándose con golpes de tambores rituales, “Self-Immolate” es cuando la tripulación pierde la cabeza y pide fuego a gritos, todo reflejado en pasajes psico-thrasheros donde realmente parece que todo va a explotar. Y de hecho eso pasa en “Hell”, el cierre con el que la banda detona toda la tensión construida en el álbum.
Lo de KG&TLW ha sido un fenómeno en crecimiento por varias razones, principalmente por lo prolífico de su creatividad en el estudio al igual que su ímpetu de tocar en vivo casi sin parar, en una estricta agenda de tours que los tiene viajando todo el tiempo. No deja de ser curioso que sea con este disco cuando se han hecho más conocidos y comenzado a llenar recintos grandes, considerando los anteriores en que fluían melodías más pop u “oreja”. Al final, poco importa en realidad cuando se tiene un conjunto como este, que pone su convicción en la música que les gusta hacer y no en serle fiel a una fanaticada.