Sonidos Ocultos

Larrea Trip – Jazz Satánico (2019)

Se sabe que, de todas las bandas del gran Concepción, Larrea Trip debe ser una de las que más se deja ver sobre los escenarios. Cada semana, en sus redes se pueden ver los chillones y eróticos afiches que anuncian nuevas incursiones en la música que han definido como “Jazz Satánico”, nombre con el que también decidieron titular su primer disco.

Sebastián Larrea, el guitarrista y líder del combo, hizo la banda con Gonzalo Rojas, en el bajo y Víctor Henríquez, en la batería (quien, luego de grabar este álbum, sería reemplazado por Jorge Arriagada). Juntos dieron forma a este compilado de temas instrumentales, con recorridos largos dirigidos por una guitarra de notas ácidas y viajando en ritmos furiosos pasando por el prog, el jazz, el afro y la electrónica.

“El Amanecer De La Galaxia” abre desde la niebla de un clima de terror ochentero, reforzado por los sintetizadores que recuerdan a los Cazafantasmas y la distante batería con delay, que pasa de cabeza a formar un vendaval de baquetazos en todas direcciones. “Baile y Conquista” se adentra en un trance inquieto marcado por los golpes de bajo y bombo andante, con un coro de groove lisérgico.

“AfriConce” se larga de improviso en un ritual de festejo donde todo se va de las manos, entre la batería retumbando y la creatividad fluyente de Larrea en las cuerdas. “Aerolíneas Trip” es un juego perverso de preguntas y respuestas de riffs agudos, poniendo todo dentro de un clima ansioso que nunca se rompe.

En “Las Vegas”, se propulsan en una expedición cósmica de 14 minutos, yendo de lo luminoso a las nebulosas stoner y aterrizando en un bailoteo marciano, donde los solos de Larrea parecen deformarse por la gravedad. El metal rasposo de fuzz en “Acción Mutante” se lleva a la banda a los fondos más pesados donde se mueven como si Pantera se hubiese tomado un ponche de LSD.

Así de entonados, el álbum finaliza con “Iglesia Lisérgica”. Tronando un teclado digno de una catedral circense, un blues retorcido comienza lento para después agarrar vuelo y velocidad con sonidos crípticos, cayendo en un episodio de free jazz frenético que explota antes de desvanecerse. Invocando a satanás con un jazz desquiciado, este logró ser un excelente debut discográfico para la banda y el sello.

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