A pesar de ser una obra fundacional en el rock chileno, el disco Fictions (1967) de Los Vidrios Quebrados ha sido víctima de un injusto desconocimiento general a lo largo de los años. Un desconocimiento que, por fortuna, el tiempo les ha sabido compensar con un justo redescubrimiento de parte de las nuevas generaciones, que han devuelto al álbum su estatus de obra de culto.
En un tiempo en el que el rock en Chile se concebía solo a través de la imitación, Los Vidrios Quebrados fueron más allá y construyeron una breve pero sólida carrera discográfica haciendo música original.
Y, claro, no es que hayan inventado la rueda: las influencias del rock británico de los ’60 (la “British Invasion”) son evidentes. Pero aun así, es un influjo muy bien apropiado y canalizado a través de las propias inquietudes artísticas de Sepúlveda, O’Brien y compañía. A lo largo de doce tracks, Los Vidrios Quebrados atraviesan casi todo el espectro rockero de la época.
El disco comienza con el folk psicodélico de Oscar Wilde, un tema hipnótico, repetitivo, en el que el tosco patrón de la batería de Juan Enrique Garcés contrasta con las ricas armonías de las guitarras de Héctor Sepúlveda y Juan Mateo O’Brien.
Le sigue Time is out of question, una fiel rendición al rock blues británico, muy en la onda de The Yardbirds. Esta dualidad entre el rock crudo de raíz negra y la otra aproximación, más sofisticada y psicodélica, se da constantemente a lo largo del disco. Pero los muchachos de Los Vidrios Quebrados no se complican: pasan de una rama a otra con total comodidad.
Inside your eyes y Of life and guidance son una perfecta muestra de la influencia de The Rolling Stones en la banda. El toque onírico, sustentado en bellísimas armonías vocales, parece contener el mismo germen que hizo a los Stones sacar She’s a rainbow ese mismo año.
El rock crudo y duro vuelve a la carga con Fictions, el tema que da el nombre al disco. Un corte de ejecución más precaria, sobre todo en lo vocal. Al estilo de John Mayall y sus horribles (pero geniales) líneas vocales, O’Brien hace gala de una habilidad envidiable: desafinar groseramente los falsetes, y aun así sonar bien.
El toque barroco llega a su clímax con Concert in A minor, opus 3. Toques de rock sinfónico al estilo Beatle, en gran medida gracias a la imitación de clavicordio y un notable arreglo de flauta de parte de Héctor Sepúlveda.
Antesala ideal para la impredecible Introduction to life as told by Uncle John, una profunda y bella pieza de folk y psicodelia que nos mantiene al borde de la silla con una constante ambigüedad entre sonoridades mayores y menores.
La alegría llega al álbum con el movido skiffle de Words and words and words and, en la que Héctor Sepúlveda se luce en la armónica con una notable técnica de manos, tan solo para caerse con la balada pop Both sides of love. Una canción completamente innecesaria que, entre tantos buenos temas, deja un fuerte sabor a nada.
Afortunadamente, el disco repunta rápidamente con el pop rock de We can hear the steps, muy en la onda Sgt. Pepper’s, y con el notable cierre de As Jesus wore his own. Frontal y lleno de cambios interesantes, que alcanzan lo más alto con un notable e impredecible solo de peineta de Sepúlveda. Es el toque crudo de una banda que se lleva bien con la sofisticación, pero que jamás se desprende del elemento artesanal y casi amateur que los caracteriza. Ese toque de banda joven que, sin saber mucho, se fabrica sus propios instrumentos y se lanza a hacer música.
Los Vidrios Quebrados – Fictions (1967)
Even though it is a founding act on chilean rock history, the album Fictions (1967) by Los Vidrios Quebrados has been unfairly underestimated all over the years. An underestimation that, fortunately, time has paid with a new appreciation from new generations, which has given legendary status it always should have had.
And, of course, they didn’t invent anything new: there’s an obvious 60’s brit-rock influence. But as an influence, it’s one pretty well appropiated by O’Brien, Sepúlveda and the rest of the crew. All along the twelve tracks of the album, Los Vidrios Quebrados move through all the rock spectrum of that time.
The album begins with the psychedelic folk of Oscar Wilde, a song in which the raw drum pattern by Juan Enrique Garcés mixes with the rich harmonies of Héctor Sepúlveda and Juan Mateo O’Brien’s guitars.
Next song: Time is out of question, a very well achieved rendition of british rock blues, very Yardbird-ish. This dual character, between the black, raw rock and roll music, and the other approach, more sofisticated and aligned with psychedelic rock, is seen all along the album. But this guys doesn’t seem to struggle: they jump from one branch to another without any trouble.
Inside your eyes and Of life and guidance are a perfect sample of the Rolling Stones’s influence. The dreamy touch, built over beautiful vocal harmonies, seems to contain the same seed that grew into the Stone’s song She’s a rainbow the same year.
Raw and hard rock comes back with Fictions, the song that names the album. Not a great performance, specially in vocals. Just like John Mayall and his awful (but great) vocal lines, O’Brien shows off a very cool feature: sing evidently out of tune, and still manage it to sound good.
The baroque touch reaches its climax with Concert in A minor, opus 3. Symphonic rock a la Beatle, mostly thanks to the harpsichord imitation and a great flute arrangement performed by Héctor Sepúlveda. A great foreplay for Introduction to life as told by Uncle John, a deep and beautiful psychedelic folk piece that keeps us on the edge of the chair with a constant duality between major and minor harmonies.
Happiness comes back with the skiffle of Words and words and words and, in which Héctor Sepúlveda shows off his harmonica skills with a flawless hand technique, just to fall down with pop ballad Both sides of love. An unnecessary song that, between so many good tracks, leaves a strong taste of nothing.
Fortunately, the album gets back up quickly with pop rock song We can hear the steps, very reminiscent of Sgt. Pepper’s, and the notable closing act of As Jesus wore his own. Straight forward and full of cool changes, reaching their best with an unpredictable hair comb solo from Sepúlveda. It’s the raw touch of a band that goes well with sophistication, but never leaves that do-it-yourself, almost amateur, element. The touch of a young band which, without having a big idea of what they were doing, built their own guitars and started playing.