Desde su debut en 2015, Vago Sagrado ha invocado espectros oscuros por medio de un mantra sonoro de ritmos post punk y capas profundas de arpegios nebulosos, entre letras relatadas en español e inglés. Si el Vol. I fue una etapa que denotaba la búsqueda experimental en su identidad y en Vol. II lograron abrirse en canciones más concisas, este nuevo capítulo en su obra, Vol. III, es en palabras de la banda “un monumento en ruinas que no para de caer”. Esta metáfora se hace cierta en este disco, que derriba cualquier noción de irse por la vía fácil de la repetición y lleva su música a tocar terrenos que quizás ni sabían que existían, negándose a sostener el pasado.
Grabado por Pablo Giadach y mezclado en conjunto con el Vago, la última entrega de esta trilogía se compone de luces y sombras, pulsos hipnóticos que se alternan entre olas de agradables acordes y violentos ritmos de trance intenso. Ejemplo de lo primero es “K Is Kool”, la apertura instrumental que se devela con un latido y un riff apacible de coloridos tonos espaciales, algo radicalmente distinto a la atmósfera siniestra que introducían sus anteriores discos. Recién en la mitad, aparece la distorsión y los aullidos de las cuerdas de Alberto Parra (guitarra y voz). “La Pieza Oscura” es más familiar con el material fuerte del Vago, a toda velocidad y chirriando notas desde el hiperespacio hasta atravesarte la cabeza de lado a lado. Karlos González (bajo y voz) canta fuerte y logra hacerse escuchar desde la materia oscura de ruido que no cesa, de principio a fin.
“Fire (In Your Head)” es una narración disonante a dos voces. Mientras Parra recuerda a Patti Smith, recitando la letra en inglés apasionadamente sobre un lento andar, Karlos le sigue declamando con dramatismo elocuente una arenga al espíritu, con los tambores de Nick Vayolence (batería) montando un ritmo agitado y profundo, escalando con gritos de guerra. “Sundown”, otro de los singles de este volumen, tributa un verso del “Sunshine Superman” de Donovan, con la energía que vuela entre claroscuros tomando después una curva lenta, con una voz de road movie. “Centinela”, la más pesada, agita el cuerpo entre un vaivén repetitivo y la pesadez abismal que el Vago usa a veces, pero no abusa.
“Listen And Obey” visita un sonido de oscuro psych pop, incluso bailable, llevando el bajo adelante con una letra sobre dominación y manipulación: “Voy a decirte lo que es verdad, voy a mentirte después, voy a hacer que lo chupes toda de una vez”, un siniestro presagio sobre una melodía que separa aguas en el repertorio de la banda. “One More Time With Feeling” rememora inevitablemente a “Take Back The North”, del primer álbum, donde Parra recita tranquila pero decididamente su poesía, a veces como si fuera un testimonio, navegando el ensueño marchante del delay, quebrado y difuminado por los rayos láser que son los solos de su guitarra. Las aspas de un helicóptero sobrevuelan en “Mekong”, el cierre de dos partes que empieza rebotando un riff de intriga, se disuelve en lentas nubes lisérgicas para luego caer abruptamente en picada veloz, un efecto aumentado por las voces de radiotransmisor aéreo y la explosión de enérgicas guitarras que dan fin al LP.
Aunque pareciera que nunca ha sido el propósito de Vago Sagrado el guardarse las ganas de seguir descubriendo todos los rincones de su sonido, este álbum es aún más desafiante en su propuesta. Aparece así, implícitamente pero tan claro y oscuro como su música, el tema recurrente de la destrucción de los pilares, el derrumbe inevitable pero esperado de los viejos muros que alguna vez sostuvieron retratos, que bien podrían ser sus dos anteriores discos. No hay descanso para el vago, no existen santuarios eternos, lo sagrado está en seguir deambulando y dejar al pasado donde pertenece.