Living Colour y «Vivid»: Carta abierta por un derecho de nacimientoespera un momento...
jueves 10 de octubre, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda.
Cuatro tipos de color -todos músicos virtuosos- tocando hard rock (¿o heavy metal?). Todos vestidos con ropas vistosas, con mallas para ciclismo y zapatillas de baloncesto. Música con ropaje pop, supuestamente dirigida a un público mainstream, pero con letras repletas de contenido y sarcasmo filosos. Sir Mick Jagger -¿hay que presentarlo?, tras asistir a uno de shows en el mítico CBGB de New York, se nubla con su propuesta, al punto de conseguirles un contrato impensado con el sello Epic. No se quedaría en eso; dos canciones de su LP debut cuentan con su supervisión como productor, y su apadrinamiento culmina con algunas fechas abriendo la gira «Steel Wheels» de Sus Majestades Satánicas.
Living Colour no solamente obnubiló a la voz de los Rolling Stones. En plena fiebre del hard rock con ojos delineados y cabello escarmenado, los neoyorkinos tomaron algunos elementos musicales que sonorizaban el Sunset Strip de Los Angeles, y lo adaptaron a su propio distintivo. Hard rock, funk, pop, incluso jazz. Una firma ecléctica, tatuada a fuego en una producción que Ed Stasium hace sonar con lo que hoy es un bien escaso en los discos hoy: PERSONALIDAD. Y a Living Colour vaya que le sobraba, lo que explica tanto el apoyo de uno prócer del rock y la música popular del siglo XX, como el culto entre quienes abrazaron tamaña muestra de diversidad y mucha, pero mucha actitud.
Pero, ¿qué tiene Living Colour que los hace tan únicos, incluso dentro de la movida alternativa que Faith No More y los Red Hot Chili Peppers lideraron con un par de kilómetros de ventaja? De partida, el liderazgo de Vernon Reid, un virtuoso de las seis cuerdas muy en la línea de Van Halen, pero cuyo espíritu artístico respiraba el legado de Hendrix y Coltrane. Una voz flexible y cálida como la de Corey Glover, un cantante con rasgos pop-soul al estilo de Buddy Miles y Stevie Wonder, con disposición y gusto hacia el rock pesado y el punk, siempre cuando la música lo requiriera. Entre esos dos, a lo Jagger-Richards, Page-Plant, Tyler-Perry, cuál pareja histórica del rock, pasa la rúbrica de Living Colour y sus toneladas de groove con ropa hard-rockera. Y todo reforzado con una base rítmica de jerarquía imbatible: el bajista histórico Muzz Skillings (retirado desde 1995) y el baterista Will Calhoun. Ambos completando un cuadro que descolocó y fascinó a todos, mediante algo que habla mucho más que la pirotecnia o la clínica: las buenas canciones. Lo que Living Colour desborda a raudales, y todas dotadas de contenido, para ser chorreadas con mordacidad. Pura inteligencia.
Debemos constatar la importancia de sus primeros dos o tres discos. En especial «Vivid», un debut con categoría de «grandes éxitos» y, por paliza, el trabajo más importante de Living Colour, si no el mejor. Partiendo por su hit-single por excelencia, el que arranca el disco y terminó definiendo los destinos de una agrupación maravillosa. «Cult of Personality», la del discurso de Malcolm X y la posterior explosión guitarrera, con Vernon Reid dejando en claro al oyente a lo que va. Un himno con todas sus letras, y ante todo, una descripción sobre cómo idealizamos al poder de turno, de la vereda que sea. Un relato de cerrazón y estupidez humanas, reforzadas con una música energizante. Pegadiza, apasionante, capaz de derribar cualquier prejuicio en favor de su propia matriz de integridad. «Like Mussolini and Kennedy…», si piensas que tu dogma político te valida como persona al punto de cuestionar tamaña comparación, probablemente esta línea te haga arrugar la nariz. Y eso es rock n’ roll.
Como toda obra maestra por naturaleza, «Vivid» no se queda en impacto de su hit-single. «Hey kids!», brama Corey empezando «I Want to Know», un poco más calmada que su antecesora, pero no por ello menos ganchera y certera. Es cierto, la guitarra de Vernon porta la jineta, secundado por Corey en el elemento humano. Pero el bajo de Muzz defiende y ataca con precisión quirúrgica. Un bajista con ‘voz’ identifcable, gravitante tanto en el andamiaje rítmico como en el gusto melódico que Living Colour profesa desde el estómago y el talento. Respecto al segundo track del disco, hay una orientación pop que no empaña en absoluto el temple incisivo de Living Colour. Más bien, le da a la música una estatura que la vuelve atemporal y revitalizante. Igual que en la siguiente «Middle Man», cuyo riff principal parece sacada de algún exitazo de INXS pero cuya ubicación en el tracklist se justifica con todas las razones del mundo. Por cierto, el solo que se manda Vernon, cuánto dice con un par de notas y kilos de pelotas sin perder el hilo.
¿Por qué «Desperate People» nos recuerda a ratos a lo que entonces hacía Red Hot Chili Peppers? Porque ambos respiran la misma mezcla de heavy y funk que revitalizó al rock en una época abarrotada de clones de Van Halen. Pero ¡ojo!, esto no se entienda como una fórmula, sino como la necesidad de ambas bandas -y otras del mismo grupo de revoltosos del curso- por llevar el rock hacia algo distinto y reconocible a la vez. Y en ambos, el fanatismo por Stevie Wonder es genuino, de corazón ante todo.
Puede que «Cult of Personality» le valiera a Living Colour inscribir su nombre en el mapa del rock. Eso es un hecho imposible de cuestionar. Pero «Open Letter (To A Landlord)» exuda todo lo que debe tener una canción. Emoción, sutileza, una intro que más adelante se vuelve coro, ganando en intensidad. Una letra que perfectamente puede ser la descripción de tu entorno cotidiano, a menos que vivas en una burbuja. La guitarra de Vernon puede ser suave y cálida en la empezada, y en el entremedio puede ser cortante y machacona. Un Corey Glover cuya voz bien dotada tiene algo que decir, y lo dice. No es «mira lo bien que canto o toco mi instrumento», sino lo que puedes contar y transmitir. Hacia el final, Corey y los demás dejando la vida, con el sonido de un ferrocarril marcando el final. Un final agreste, con un dejo de tristeza después de todo ese despliegue de poder.
La arremetida de «Funny Vibe» nos devuelve el ánimo arriba, y mucho más. Bien rapeada, con Chuck D y Flavor Flav contribuyendo como unos más de la familia. Todos hermanos en una misma causa, probando al mundo que Van Halen también puede ser Public Enemy. Living Colour es eclecticismo puro, por el impulso de expresar una idea y plantarse frente al mundo como un grupo fuera de serie. Y no es casualidad que la pluralidad de su distintivo la haya heredado de Talking Heads, porque es cosa de tasar su versión de «Memories Can’t Wait» para cerciorarnos de dicha influencia. Más intensa que la original, pero mantiene incólume el concepto de estar atrapados en nuestros pensamientos. Encaja de manera natural en lo que Living Colour busca expresar, a lo largo de «Vivid», un cuestionamiento lógico -y mucho humor- hacia el poder y las creencias inculcadas. Lo dijimos unos párrafos más arriba, la inteligencia es el nexo natural entre Talking Heads y Living Colour. Y es lo que le da a ambos una chapa que trasciende más allá de una época, un movimiento o una etiqueta.
La melancolía destilada por «Broken Hearts», quizás parezca la nota disonante en un disco tan explosivo como inteligente. Pero termina encajando en la personalidad íntegra de una agrupación que no le teme a nada ni duda ante nada. El momento de introspección necesario -sublime lo que hace Will Calhoun en la batería, sin empañar en absoluto el sentido de la pieza-, y al mismo tiempo el contraste necesario para la más vacilona y prendida «Glamour Boys». Reiteramos la importancia del humor como inteligencia pura, y quienes hayan puesto atención tanto a la letra como a su recordado videoclip para entender aquello. Rock, funk y soul con la energía hasta el techo, con Vernon Reid detonando maestría ilimitada en las seis cuerdas. La letra misma, un garrote directo a la cabeza de quienes se nublan con la apariencia y el estatus social. Lo que hoy son los «influencers» en las redes sociales, pura cáscara y cero sustancia. Por cierto, a lo mejor Living Colour nunca logró la fama de los Chili Peppers-U2-Guns del mundo. Tampoco les preocupaba aquello, porque para entonces la tenían clara sobre la diferencia entre el éxito y la popularidad.
La breve e intensa «What’s Your Favorite Color?», sin la repercusión de sus hermanas más aventajadas, te resume el pensamiento musical y artístico de Living Colour, con lo justo y necesario. Con menos de dos minutos de duración, para darle un pase en posición lícita a «Which Way to America». De esos cortes algo infravalorados, pero con el filo suficiente para hacerte pedazos un cliché tan vilipendiado como el «sueño americano». A estas alturas del disco, más que la experticia de sus componentes, lo que nos deja K.O. de Living Colour es su capacidad de transmitir una idea clara, todo mediante un influjo ganado a base de talento y originalidad.
Si bien los siguientes «Times Up» (1990) y «Stain» (1993) fueron reverberantes incluso dentro de la movida grunge en esos años, «Vivid» se mantiene insuperable en todo aspecto. Es una colección de puros bombazos, con su single más popular arrancando el LP de un patadón. Era la captura de un momento único, el de una banda que hizo algo impensado en un estilo cada vez más saturado en lo comercial. Y no cualquier banda, sino una que se curtía brindando espectáculos de antología en el CBGB de Nueva York, el mismo antro que vio hacer erupción a Bad Brains, los mencionados Talking Heads, D.R.I. y, cómo no, nuestros adorados Ramones. Puro oficio ahí, suficiente para que Mick Jagger, el mismísimo, se fijara en ellos como viera ahí una futura revolución.
De todas las reseñas u opiniones que podrían resumir lo que es «Vivid», nos quedamos con la del destacado periodista y escritor David Fricke, probablemente la más razonable: «Una carta abierta al rock & roll en sí mismo, una demanda de igual tiempo y respeto por parte de una música que es el derecho de nacimiento de Living Colour». Y es precisamente lo que concibieron nuestros héroes en esos años tapados en cabello con laca y virtuosos de mil notas por segundo. Un mensaje al rock, un recordatorio sobre el propósito de esta música que no busca agradar al resto ni cambiar el mundo, sino intentarlo desde la necesidad de decir y reclamar algo. Como el propio Hendrix en vida, Living Colour son muchos más que cuatro músicos de gran técnica; son personas que convergen sus talentos para decir algo en conjunto. Y lo dijeron. Y aún lo dicen.
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