Possessed: El culto a las Siete Iglesias de la Muerteespera un momento...
miércoles 22 de mayo, 2024
Escrito por: Equipo SO
Por Claudio Miranda.
En el metal, y como en cualquier rama musical, hay un mar de nombres de culto. Sólo en la década del ’80 existen nombres ensombrecidos por quienes lograron la consagración en el lugar y momento indicados. Muchos de ellos enterrados bajo la arena del tiempo, ya sea porque no lograron el paso al siguiente nivel, se separaron dejando un par de registros editados o siguen creando promocionando material pero sin la parafernalia de los mismos cuatro o cinco nombres de siempre.
El caso de Possessed es especial desde todo punto de vista. Chicos de 15 años promedio, les bastó solo un álbum para inscribirse como pioneros de todo un género. «Seven Churches» (1985) se convirtió en un capital cultural para los fanáticos del metal extremo como lo que debiera ser siempre: un impulso. Las ganas de mandar a la cresta toda señal de esperanza y optimismo, vomitar lo abominable a través de la música más despiadada. La sintonía con la furia thrash que se gestaba en la Bay Area de San Francisco es evidente. Y, bueno, desde otras escenas con menos renombre la atención es inmediata. Y con toda razón.
Editado bajo el hoy legendario sello Combat, «Seven Churches» fue publicado en un momento crucial. Nadie hubiese pensado que existía algo mucho más demoníaco y maldito que Slayer y Venom, y respirando la misma bestialidad musical que Dark Angel y Kreator, y otras bandas del género en su fase más primigenia. Impensable viniendo de una banda de cuatro adolescentes ávidos de metal corrosivo, malvado y transgresor hasta la médula. La oscuridad plasmada tanto en los riffs y los títulos, una voz como la de Jeff Becerra vomitando lo peor de lo peor como cavernario, y una actitud que reforzaba los talentos musicales de sus cuatro integrantes. A destacar la labor de Larry LaLonde, un headbanger de 16 años que la rompía con su talento sideral en las seis cuerdas, conformando junto a Mike Torrao una dupla sanguinaria, comparable solo a Hanneman-King en Slayer. En la batería, el fundador Mike Sus completa el cuadro titular y su despliegue en los tarros lo sitúa a la altura de los Lombardo-Ulrich-Hoglan de esos días, modelando junto a Becerra en el bajo una base rítmica que marcaría la pauta del metal extremo durante las próximas décadas.
Tanto la intro de la película «The Exorcist» que da paso a la pieza del mismo título -te pedimos disculpas, Mike Oldfield-, como las voces de ultratumba en el arranque de «Pentagram», dan cuenta de una creatividad extraordinaria y macabra. De la misma forma en que la velocidad de las guitarras y la fuerza rítmica dejan K.O. a cualquiera que se atreva a ponerle play, ya sea en el ’85, en el ’93 o en 2024. Y más abrumador resulta el despliegue de nivel técnico con que «Burning Hell» descoloca a quien piense que el death metal como lo conocemos nació en los ’90s. Porque además de las guitarras rápidas y la experticia técnica de sus (muy) jóvenes creadores en esos tiempos, un pasaje como «Seven Churches» podía recrear como una película el pasaje de la Siete Iglesias del Apocalipsis. Una pieza de poco más de 3 minutos, que sorprende en cada pasada por la energía y los terrenos ignotos que Possessed se atreve a pisar, haciendo caso omiso a cualquier advertencia por parte de los guardianes de lo sagrado.
La partida con «Satan’s Curse» la que abre el lado B en el vinilo, es una declaración de principios por lo directa y eficaz en su objetivo. Por otro lado, «Holy Hell» parece ser la menos ‘innovadora’ por su patrón más cercano al thrash de la época, pero nada de eso empaña el constante escupitajo de blasfemias hacia el «amigo imaginario». Es lo que a muchos nos voló la cabeza cuando Seven Churches llegó a nuestras manos y equipos de cassette-CD o tornamesas. No hay poder sagrado ni dogma religioso que cunda en el terreno dominado por estos adolescentes desbordantes de ímpetu y experiencias radicales, y es probable que al menos en el tiempo de su lanzamiento (hace casi 40 años), algún niño o adolescente lo hubiese escuchado a escondidas de sus padres. Así son las obras maestras, así debiera ser siempre el metal. Possessed, y en particular Seven Churches, no se cobijan solamente en la velocidad o el bestialismo, sino que hacen de su propósito algo total y brutalmente genuino, cero matices de amabilidad, y en un estado de maldición y locura que, bajo una capa de oscuridad absoluta, puede conducir a una muerte trágica y horrenda. Y muy dolorosa.
Lo que ocurre en «Fallen Angel» lo puedes notar en algún disco de Autopsy o en «el supremo «Blessed Are the Sick» de Morbid Angel. No es solamente tocar rápido y furioso, sino procrear atmósferas de perdición y exponer la naturaleza humana en su cara más oscura. El mínimo de luz, solamente para presenciar la caída de un ser supuestamente sagrado hacia el fondo del averno sin posibilidad de redención. Los brasileños de Vulcano replicarían dicho sentimiento de odio y maldad al máximo en su aclamado «Bloody Vengeance» editado un año más tarde. Kilómetros y latitudes de distancia, respirando junto a Possessed los mismos gases volcánicos. La diferencia, por supuesto, estuvo en quien lo hizo primero, y «Seven Churches» apareció en un momento clave, cuando con suerte se hablaba de thrash metal, ni hablar de death metal, como pasaría desde la década del ’90. Y, lo más importante, apareció en una escena que terminó definiendo los parámetros de una revolución en toda su forma y esencia. No se puede entender el legado de Possessed sin el terremoto provocado en la Bay Area de San Francisco por Metallica, Exodus y Slayer. El tridente dominante un lustro antes de la explosión atómica del thrash metal más allá del género.
Que la canción que cierra Seven Churches se llame «Death Metal»... y efectivamente suena a lo que proclamaban a los 4 vientos. Sabemos que hubo bandas como Death o Morbid Angel que lo llevaron al siguiente nivel, otras como Napalm Death que mostraron el camino a seguir sin necesidad de encasillarse, y otras como Cannibal Corpse que llevaron lo prohibido y lo abominable hasta el terreno de la censura. Obituary, Entombed, Deicide, Dismember, Sepultura, Gorefest; nuestros Pentagram, Sadism y Atomic Aggressor. Hubo una visión, hubo una forma en que la muerte mostró su cara en plena realidad, hubo algo en Possessed que se adelantó mediante la tripa y el hambre de la música más feroz y virulenta que haya concebido el ser humano.
Algún día le dedicaremos sus líneas a «Beyond the Gates» (1986) o «The Eyes of Horror» (1987), discos igual de soberbios pero sin la brillantez de un LP debut que defiende y ataca en todos su surcos. Como también podríamos en algún futuro destacar la figura de Jeff Becerra como un prócer del «metal de la muerte» que le ganó tanto al silencio prolongado como a la adversidad personal. Lo tendremos nuevamente por acá en Chile, acompañado de una banda entrenada para resguardar los mejores pasajes de un capítulo de culto para los amantes del death metal desde el rencor más profundo hacia la convención musical. Y si no fuera por Jeff, no sabemos qué sería hoy del culto hacia la muerte. Un culto profesado en las Siete Iglesias del fin de los tiempos, donde sólo la muerte es real, como reza un título de Hellhammer. La muerte prevalece, y Possessed es su representante en el sagrado infierno.
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