Sinead O’Connor, rebelde con causa
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Sinead O’Connor, rebelde con causa

Sinead O’Connor, rebelde con causa

jueves 24 de octubre, 2024

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Escrito por: Equipo SO

Después de algunas fintas, en julio pasado se apagó la artista irlandesa que a principio de la década de los noventa tocó el cielo con las manos y se sentó sobre él. Desde ese pináculo realizó una denuncia que le costó ser exiliada de la industria musical. Fue expulsada, pero no callada.

A fines de julio de 2023, específicamente el día 26, fue encontrado en Londres el cuerpo sin vida de una mujer. Este no es un guiño a la colosal novela “2666” de Roberto Bolaño. Es información pura y dura: el 26 de julio se reportó del hallazgo del cuerpo sin vida de una mujer de 56 años en un departamento en Londres. No presentaba signos de violencia u otros detalles que dieran más luces de la causa del deceso. A diferencia de la novela de Bolaño, en donde algunos cuerpos eran encontrados en malas condiciones, con claros signos de las causas de la muerte y otros en los que el forense trabajaba horas extra para identificar los motivos de la muerte de los cuerpos, encontrados por montones en el poblado de Santa Teresa, México. En cambio, en Londres, Inglaterra, el cuerpo fue identificado de inmediato: era el de Sinead O’Connor.

Sinead O’Connor, la menuda cantante irlandesa que a finales de los ochenta y principios de los noventa no solo tocó el cielo con las manos, sino que tuvo la desfachatez de sentarse en él, era encontrada muerta. Duro mazazo. No sólo para sus compatriotas sino también para miles de miles de seguidores desperdigados por todo el mundo. Sin rasgos de suicidio, O’Connor, una artista sin parangón, decía adiós de manera silenciosa, tal como fueron sus últimos años (dejando de lado una que otra polémica que le atribuían cada cierto tiempo).

¿A su imagen y semejanza? Oh, no

Sinéad Marie Bernadette O’Connor nació el 8 de diciembre de 1966 en Dublín. Aunque parezca apenas una superflua e ínfima coincidencia, O´Connor nació el día que el mundo católico conmemora a la Virgen María, mujer que estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesús, el hijo de Dios, según predica la religión católica. Con esto no quiero plantear que O´Connor era una Virgen o estaba libre de pecado (nadie lo está, de hecho), pero sí es curioso que justo ella, que lo pasó tan mal por culpa de los sacerdotes, el entorno y educación católica, etc, haya nacido en esa fecha.

Cuando era niña, O’Connor sufrió abusos por parte de su madre, la que, según O’Connor, nunca quiso tener una hija. “Ella tenía algo sobre querer que yo fuera un niño. Ella no quería niñas”, reveló a The Guardian el año 2021. Esa entrevista la concedió en el contexto del lanzamiento de sus memorias tituladas “Rememberings”. En ese libro, ella hizo un barrido relatando esas traumáticas experiencias de su vida, infancia incluida, por cierto. Ahí por ejemplo quedó en manifiesto que la relación con su madre siempre fue mala, hasta la muerte de esta en el año 1985 en un accidente automovilístico. Según O’Connor, su madre se veía reflejada en ella, razón por la cual fue el blanco de sus ataques. Además, el parecido físico entre ambas era evidente por lo que la hija buscó parecerse lo menos posible a la madre. El raparse el pelo respondió, entre otras razones, a aquella búsqueda de alejarse lo más posible de la imagen materna. «Sí. Creo que por eso sigo rapándome la cabeza, porque si tengo pelo me parezco más a ella y no me gusta verla en el espejo”, confesó a The Guardian en 2021.

A pesar de querer parecerse lo menos posible a su madre, O’Connor “heredó” de ella el ser cleptómana. “Yo también me convertí en un cleptómano. Mi padre me llevó de vacaciones con el resto de los niños cuando tenía 13 o 14 años y robé una alfombra de la habitación del hotel. Robaría mierda por robarla”. Tomaba cosas de las tiendas por encargo para sus compañeros de escuela. El joven O’Connor era un velocista talentoso; se ponía la ropa que quería robar, caminaba hacia la salida y luego corría. A la edad de 14 años, la atraparon robando un par de zapatos dorados para un compañero y la enviaron a un reformatorio dirigido por monjas”, manifestó a The Guardian (2021). Todos estos sucesos moldearon la personalidad de la adolescente O’Connor.

Debido a sus robos, O’Connor fue recluida en el Centro de Capacitación Grianán dirigido por las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad, el “reformatorio dirigido por monjas” donde O’Connor cree que se salvó de caer en el foso para siempre. Si caía de seguro nunca volvería a salir. Pero la directora del “reformatorio” tenía otros planes en mente. “La monja que dirigía el lugar me consiguió mi primera guitarra y un profesor de guitarra. Yo siempre digo, si vives con el diablo, descubres que hay un dios”, dijo a The Telegraph el año 2014, conversación archivada y ahora reflotada tras su muerte.

Y así fue. La cercanía que siempre sintió con la música se comenzaría a hacer realidad. De hecho, cuando niña y según propia confesión, experimentó un sentido revelador de la música como una manifestación del Espíritu Santo, escuchando melodías al ritmo de sus pasos resonando en un callejón. “Tenía cuatro años y, a partir de ese día, cada vez que escuchaba ritmo, ya fuera el repiqueteo de un tren o el roce de los muslos de las mujeres con las medias al caminar, escuchaba música. Todavía no puedo dormir con un reloj en la habitación porque escucho canciones”, dijo a The Telegraph (2014). Su carrera entraba en la pista y se alistaba para despegar. A la runway, dirían los ingleses.

A ella le interesaba la música y los escenarios. Pero la industria quería eso y más. Antes del lanzamiento de su disco debut, el audaz y original “The Lion and the Cobra” de 1987, a O’Connor la quisieron moldear a “imagen y semejanza” de los estereotipos de la industria. “Me invitaron a almorzar y dijeron que les gustaría que comenzara a usar faldas cortas y botas, que me dejara el cabello largo y que hiciera todo lo relacionado con las chicas. Lo que estaban describiendo era en realidad a sus amantes. Señalé eso, que no se lo tomaron muy bien. Así que fui a ver a un peluquero griego en Westbourne Grove, solo un chico joven, y él no quería hacerlo, casi estaba llorando. Estaba encantada con eso. No encajo necesariamente en los moldes en los que se supone que encajan las mujeres. Soy algo irregular. Mi propio cabello es rebelde. Es un desastre. Me siento más como yo con el pelo afeitado”, reveló a The Telegraph en el año 2014.

En 1990 se lanzó el megaventas “I Do Not Want What I Haven’t Got” que incluía su mayor hit, “Nothing Compares 2 U», canción compuesta por Prince. La interpretación de O’Connor llevó la canción a romper límites insospechados de popularidad y a posicionarla en el último escalón de aquella escalera al cielo con que sueñan muchos artistas. Razones había, y de sobra, para lograr lo que logró: fuerza, delicadeza, emoción, todo entrelazado de manera magistral por O’Connor. La versión en estudio es buena, pero la versión en vivo de 1990 es mejor. De todas maneras, otro de los hit del álbum, “The Emperor’s New Clothes”, pudo brillar con luces propias pese al huracán que fue “Nothing Compares…”. La carrera no sólo había despegado, había llegado a alturas inimaginables.

1992, año crucial

En el año 1992 -en el apogeo máximo de su carrera- O’Connor se presentó en el programa Saturday Night Live. Tras cantar a capella la canción “War” de Bob Marley (uno de sus artistas favoritos, según propias confesiones), procedió a destrozar una foto del entonces Papa Juan Pablo II, declamando, en el acto, “lucha contra el verdadero enemigo”. Con esta osadía cumplió con su misión de denunciar los abusos y maltratos de niños por parte de sacerdotes y miembros de la Iglesia Católica. Lo hizo apostando todo su capital artístico, incalculable en ese momento, y corriendo un riesgo que muchos con las mismas opciones y tribuna prefirieron callar, en beneficio de sus carreras. Ella no tembló y realizó una jugada en extremo temeraria para la época que le trajo como castigo el ser excomulgada de la industria musical. Basta con decir que ella no mintió, denunciando una realidad que algunos años después salió a la luz dándole la razón al punto que el Papa Benedicto XVI pidió perdón unos años después. Y tampoco está demás agregar que Irlanda es uno de los países en que más abusos se reportaron, siendo una de las iglesias más involucradas en actos de esta naturaleza, antecedente que sustenta, en parte, tamaña movida de O’Connor. En sus memorias, reconoció que “mi intención fue siempre romper la foto del Papa que tenía mi mamá. Representaba las mentiras, los mentirosos y el abuso (…) No sabía dónde, cuándo o cómo lo haría, pero la rompería cuando llegara el momento justo. Y con eso en mente, la llevé cuidadosamente conmigo a todas partes desde entonces. Porque a nadie nunca le importaron una mierda los niños de Irlanda”, escribió. Una rebelde con causa.

En fin, un acto que buscaba denunciar una injusticia terminó por sepultar su status frente a los jerarcas de la industria musical. Sin embargo, ese camino a ella le acomodó, ya que nunca se sintió a gusto en ese ambiente. A pesar de todo, editó la no despreciable cifra de 10 álbumes. “Nunca quise ser una estrella del pop. Estaba en la música porque tenía que recuperarme, tenía que sacar toda la mierda de mi pecho. Los artistas que amaba, que crecieron en los setenta, eran muy íntimos, escribían sobre emociones dolorosas”, afirmó a The Telegraph (2014). Continuó: “John Lennon fue un gran modelo a seguir, esa es la primera música que recuerdo haber escuchado, cuando me cambiaban el pañal. Y yo adoraba a Bob Dylan, no esconde las partes desagradables de sí mismo. Lo que cambió la trama para mí fue escuchar Idiot Wind, fue como, Dios mío, la música es un lugar seguro donde puedes poner todas las cosas que no puedes decir en ningún otro lado. Significaba que no tenía que ser agradable en las canciones, podía estar enojado, podía ser… lo que sea. La verdad es que llevaba tanto dolor que no podrías haberlo soportado sin sacarlo. Y no hay mejor manera que correr alrededor del mundo, gritando por un micrófono”, apuntó.

La música era su móvil, daba lo mismo si estaba sentada, en sentido figurado, en el cielo o en el suelo. Y aquí entra a jugar otro factor: la fe. Pese a todas sus experiencias, sus vaivenes emocionales, sus altibajos, sus matrimonios fallidos, sus cuatro hijos de cuatro padres diferentes, O’Connor nunca perdió la fe. Si bien no profesó la religión católica si fue cristiana, abrazando al Islam. En la entrevista en The Guardian de 2021 entregó sus motivos. “Lo que me gusta del Islam es que es antirreligioso. De la misma manera que Jesús fue una figura militantemente antirreligiosa, Alá está diciendo que la gente no debe adorar nada más que a Dios. Lo peor que le ha pasado a Dios es la religión. El Islam es la religión más vilipendiada de la Tierra porque tiene las verdades que harían que no adoraras el dinero, que no robarías, que serías bueno con tus hermanos y hermanas, que serías amable”, expresó.

Si bien la fe fue el pilar que la mantuvo en pie hasta el último minuto, la pérdida de uno de sus hijos, Shane, quien se suicidó a los 17 años en 2022, fue un golpe que no pudo superar. Ella se miraba al espejo y no veía a su madre, tal como se lo propuso, sino que tenía muy claro lo que veía, sin eufemismos ni sutilezas. “Soy una sobreviviente de abuso en recuperación y es el trabajo de una vida. No es como si renacieras o algo así (…)”, confesaba a The Guardian (2021).

Así fue hasta el último día, hasta ese 26 de julio, cuando encontraron el cuerpo de una mujer menuda, de vestimenta sencilla, que no presentaba rasgos de violencia u otra manifestación que llevara a sospechas. «La policía recibió una llamada a las 11:18 horas del miércoles 26 de julio en la que se informaba de una mujer que no reaccionaba en una dirección residencial de la zona SE24», informó la policía. Por desgracia, no es una referencia a Bolaño.

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